“Nunca he dejado de cantar”: Joan Manuel Serrat recibe Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara
En el Paraninfo Enrique Díaz de León, donde las figuras de Orozco arden en sus muros como preguntas antiguas, la Universidad de Guadalajara convirtió una mañana de la FIL 2025 en un acto de celebración íntima y colectiva. Allí, bajo esa luz solemne, Joan Manuel Serrat Teresa recibió el Doctorado Honoris Causa. No era un diploma: era el reconocimiento a una vida entregada a la palabra, a la música y a la libertad.
En el presídium lo acompañaron la Mtra. Karla Alejandrina Planter Pérez, rectora general de la UDG; el Dr. Héctor Raúl Solís Gadea, vicerrector ejecutivo; el Mtro. César Barba Delgadillo, secretario general; la Dra. Dulce María Zúñiga Chávez, rectora del CUCSH; y, al centro, el homenajeado: el hombre que convirtió la canción en un acto de resistencia y el idioma en un puente.
“Por la palabra hecha canción. Por el canto que transformó la lengua en puente y no en frontera…”. Con estas líneas, la Universidad de Guadalajara estableció el espíritu del reconocimiento: celebrar al artista cuya vida nació entre dos lenguas, el catalán libertario de su padre y el acento aragonés de su madre, y que aprendió desde niño, en las calles del Poble-sec, que la identidad es siempre una suma de voces.
De esa encrucijada cultural surgió un creador que llevó la poesía al oído popular y la conciencia a la melodía. Cuando el exilio lo trajo a México, este país lo abrazó como a un hermano; desde entonces, Serrat pertenece a la memoria afectiva de Iberoamérica.
La mirada de la Dra. Dulce María Zúñiga Chávez trazó un retrato preciso y luminoso del homenajeado, figura esencial de la canción de autor en catalán y español”, inseparable del devenir político y cultural de la España contemporánea.
Recordó que, durante la dictadura franquista, cantar en catalán era un acto de resistencia cultural, pero también de imaginación estética: “Serrat encarna una de las expresiones más contundentes del arte comprometido. Es un puente entre la literatura y la emoción, un pedagogo involuntario que convirtió versos destinados al silencio de los libros en canciones que deberían seguir sonando en las plazas, las escuelas y los hogares de toda Iberoamérica”.
Su intervención dibujó a un artista complejo, “un clásico moderno” que, desde la frontera entre música y poesía, ha enseñado a generaciones a escuchar el mundo de otra manera.
El Dr. Héctor Raúl Solís Gadea abrió su discurso con una corrección celebratoria: “Hoy puede ser un gran día. Corrijo: hoy es un gran día”.
Afirmó que este reconocimiento “distingue enormemente” a la Universidad de Guadalajara y expresó la felicidad que produce saber que Serrat forma ahora parte de su comunidad.
Destacó su contribución extraordinaria a la cultura, a la sociedad y a la esperanza misma: “Basta escuchar una de sus canciones para impresionarse con la originalidad y la grandeza de su arte. Su obra es resultado de muchas décadas de meditación y coherencia con los principios que lo impulsan: la defensa de la belleza, del arte y del sentimiento popular”.
Para el Dr. Solís Gadea, Serrat es un artista de raíz profunda, capaz de transmitir “toda una sabiduría social heredada” y de conectar lo local con lo universal. Sus canciones, dijo, son “puentes que nos hermanan”, melodías donde lo cotidiano toca lo trascendente.
El académico lo reconoció también como un pedagogo social: “Cuando puso música a los grandes poetas, acercó al gran público los contenidos espirituales más elevados. Es un ejercicio de pedagogía que deberíamos imitar”. Concluyó agradeciéndole por ser “un hombre de luz en tiempos de oscuridad”.
La rectora Karla Planter Pérez habló en nombre de toda la comunidad universitaria: “Estamos aquí para acreditar a Joan Manuel Serrat como miembro distinguido de nuestra comunidad”. Destacó su capacidad para tender puentes entre música y poesía, su defensa de la diversidad lingüística y su compromiso con los valores de libertad, justicia social y memoria histórica. Recordó al Serrat catalán, “universal y resistente”, y también al Serrat hispánico latinoamericano.
“Es el catalán que defendió la singularidad ante una dictadura que perseguía la homogeneidad; pero también es el hijo de aragoneses, el ciudadano de la patria de la ñ, el que canta a Neruda y Benedetti, y el mexicano accidental que recorrió el país a bordo de ‘la Gordita’”, subrayó.
Para cerrar, la Mtra. Karla Planter calificó su obra como “un dique de esperanza contra las injusticias y los totalitarismos”, y celebró que su legado siga acompañando a generaciones enteras.
Cuando tomó la palabra, Joan Manuel Serrat lo hizo con la mezcla de humor, humildad y lucidez que lo caracteriza. “Si no son mis méritos, son mis intenciones”, comenzó. Y agradeció que la Universidad hubiera valorado “esa parcela de la poesía que es la canción popular”, una forma de conocimiento, dijo, tan válida como el teorema de Pitágoras o los efectos de la aspirina.
Recordó sus orígenes obreros, su infancia cantarina junto a su madre, la falta de “antecedentes artísticos” en su familia y, sobre todo, la fidelidad a un oficio al que se entregó desde joven: “Nunca he dejado de cantar. Soy un poseso del canto”.
Confesó que componer no es fruto de la inspiración milagrosa, sino del trabajo arduo: “Hay que trabajar las palabras como el alfarero el barro y el herrero el hierro”. Y expresó una de las frases más emotivas del día:
"Aprendí el oficio de hacer canciones y de cantar, de otros que antes lo aprendieron de otros, y me hace feliz pensar que tal vez con mi trabajo haya podido colaborar para que otros también puedan encontrar un camino más agradable para continuar con esta cadena. Tal vez he podido estimular a otros en aprendizaje y eso ya me bastaría para ser feliz”.
Habló también de México, tierra que lo abrazó desde hace más de medio siglo: “Es un cariño de ida y vuelta, renovado cada vez que nos encontramos”.
Fue así como, en el Paraninfo, mientras los murales parecían respirar con cada verso evocado, la ceremonia se convirtió en un acto de gratitud colectiva. Serrat no sólo recibió un título: recibió la confirmación de que su obra es ya parte del patrimonio emocional iberoamericano.
Su canto, ese que nació en un barrio obrero de Barcelona y que encontró eco en las calles de México, seguirá acompañando vidas como lo ha hecho siempre: con ternura, con claridad, con memoria, con humanidad. Y así, con serenidad luminosa, el nuevo Doctor Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara cerró el acto con una palabra que también es canción: gracias.